miércoles, 21 de mayo de 2008

Tengo clavada la mirada de Abelardo Castillo en la nuca, no es nada personal pero me molesta, me da miedo, me acobarda esa mirada tallada por, según él, el existencialismo ateo de Sartre, y como yo no soy nadie, como nunca pude calzarme las alpargatas del escritor mendocino y los cenáculos locales, esa homogénea selección de ladillas tremendamente competitivas, me han dejado siempre afuera, afirmo que le tengo pavor a Abelardo Castillo, será por esa forma tan suya de empuñar la pipa, por ese abisal espacio que se abre en la plenitud de su frente (por cierto, tan diferente a la de Sábato), el retrato literario se me da bien, he abonado en las fuentes nutricias de la tradición, ahora me estoy esmerando en mejorar el estilo, aunque Abelardo Castillo me aterrorice y yo no sepa bien qué palabras elegir para describirlo, mi propósito en la vida es homenajear a este gran escritor argentino, asimilar su concepto de los mundos reales, subirme en el delirante vórtice de su Esteban Expósito y, en el supuesto caso que me deje beber en su compañía, derivar hacia el final de la noche confundidos en un tiernísimo abrazo.

martes, 20 de mayo de 2008

EDITORIAL

Este es un juego, un despersonalizado homenaje a los cabrones de Michaux y Kerouac, claro que sin benzedrina ni quetamina ni otros barrocos elíxires, jugando como siempre a hacerme el maldito, el incomprendido, el asocial, tengo todo el espacio del mundo, me digo, la virtualidad es mi rodillo infinito, mi pequeño universo genitivo, a propósito de la escritura automática y siempre acordándome de la fatal E., una amiga que se murió como se murieron todos mis amigos, ligeros como ángeles, terribles como una manga de langostas, hay que mantener el ritmo, no callarse jamás, largar el vómito dolorido del ser, cerrar la puerta con llave, una, dos vueltas, desnudarse, eliminar a la perra para que no muerda, para que no sueñe, perra muerta, perra olvidada en un rincón, como mis amigos, como yo mismo, como mi familia, y la libertad de movimientos, y mi especial sentido de la belleza, de la belleza convulsa, quemándose, retorciéndose, achicharrándose como se achicharran las hormigas coloradas bajo la lupa de un niño sádico, pobres hormigas, víctimas inocentes de un accidentado condón, allá están sus padres, ¿los ven?, caminan tomados de la mano, confían en que el mundo es de ellos, en que la realidad les será fiel, pero la realidad es inconstante, promete lo que jamás dará, y ese asunto de creerse el “diferente”, de sentirse anclado en una tremenda ORIGINALIDAD, pobre borrego alimentado de palabras altisonantes, de teorías oportunamente deconstructivas, no se detiene a corregir, no puede, no hay tiempo, repite, sólo le queda seguir con su alada dactilografía, pianito, pianito, asegura también que no persigue un forma precisa, una forma anhelada, es más, se esmera en destruirse poco a poco, hay noches en que recuerda a aquel pobre polaco perdido en la inmensidad de Buenos Aires, jugando a ser un señor bilingüe que asesinaba sin piedad al adulto que llevaba adentro, para qué hablar, esa es la posta, el continuo que diría Aira, soy un escriba corsario, un gandul abandonado por la suerte, hablo por mi diferencia (Lemebel), hablo por los que nada tienen que ver conmigo, por los que me desprecian, he ahí una clave para entender mi pensamiento político, el lenguaje como una flor extenuada, como una planta de marihuana que se ha secado por negligencia, estoy tratando de pensar en la idea que sigue, en cómo se encadena lógicamente en este barullo, al principio pensaba en practicar una suerte de despersonalización caprichosa, de joder con el artificio de la máscara y la tecnología, esto es un blog, esto es una mentira, por eso la utilizo, vengo de un singularísimo agujero, ese es mi terruño, en esa bella tierra alunada vi la luz y me desvirgaron una noche en el que el viento zonda aullaba sobre los cerros, a ella va dirigida toda mi inocencia, mi amor y mi desprecio.